
Una pimpina es un sencillo recipiente de plástico que representa un verdadero tesoro para el traslado ilegal de combustible barato y venezolano hacia Colombia, donde su venta deja ganancias que triplican la inversión.
El rápido es un pimpinero nacido en Mérida (Venezuela), pero criado desde sus 4 años en Cúcuta (Colombia), único hijo,estudio hasta 10 bachillerato y de hay no quiso estudiar más y dedicarse con el papá a trabajar en lo que saliera.
Actualmente tiene 30 años, es soltero y trabaja con el contrabando de la gasolina, de donde saca su sustento diario; Vive muy feliz con lo que hace, ya que es muy bueno en este oficio, tanto que le dicen el Rápido(por motivos de seguridad no revela su nombre y apellidos). Para su trabajo tiene en uso una moto y una bicicleta con la que transporta la gasolina.
Los compañeros contrabandistas y el Rápido pueden comprar 20 litros de gasolina por un máximo de dos dólares en estaciones de servicios instaladas en distintas localidades en el área venezolana de la frontera, y venderlos en el lado colombiano por el equivalente de 10 dólares.
Al menos 30 mil barriles de gasolina salen por día de contrabando hacia Colombia por la frontera terrestre.
“Este rentable negocio tiene diferentes formas de operar, con complicidad o colaboración de guardias venezolanos, policía colombiana, y nosotros los pimpineros” Afirma el Rápido.
Una de las formas de ingresar gasolina es transportando las pimpinas por rutas del río Táchira, y en el caso de las alcabalas de San Antonio y Ureña.
Otra modalidad es utilizar motos y vehículos de todas las marcas con placas venezolanas, cuyos conductores pueden llenar sus tanques a precio interno.
Una persona con una moto AX-100 puede salir de San Antonio (Venezuela) con 12 litros de gasolina, llegar a Cúcuta (Colombia) y descargar 10 litros de combustibles para volver con la reserva y repetir la operación las veces que sea posible.
Cada viaje le deja a un pimpinero de moto una unidad de cuatro dólares y al final del día de una de esas personas puede tener un ingreso equivalente a 30 dólares.
“Con mi moto AX-100 me mantengo tranquilamente porque puedo garantizar un millón quinientos mil o hasta un millón ochocientos mil pesos al mes (970 dólares) para mi es un buen salario” señala el Rápido.
La gasolina entrada a través de vehículos con los taques llenos al tope, ya sea en pequeños automóviles, camionetas todo terreno o camiones de carga, que tienen la capacidad de transportar hasta 360 litros.
“El combustible ya sea gasolina de todos los octanajes, ACPM o gas entra por los controles fronterizos terrestres o fluviales” Expresa el negro, un pimpinero amigo del Rápido.
Para garantizar que el combustible cruce tranquilamente la frontera hay complicidad con los bomberos que también entran en este negocio, quienes despachan el combustible en las estaciones de servicio, y personal de la militarizada Guardia Nacional de Venezuela.
El Rápido dice “Los pimpineros sabemos que para poder pasar la gasolina hay que pactar con los Guardias, pero los que deben dar más dinero son quienes transportan grandes cantidades de combustible, no cobrarnos a todos por igual”.
Una vez que los contrabandistas pasan, por el puente Simon Bolívar hacia Cúcuta, se trasladan hacia el barrio la Parada o sus alrededores y en bodegas clandestinas descargan el combustible.
Estas bodegas unas pocas alejadas del puente internacional, están rodeadas de moteles, restaurantes y bares viejos con sus clientes vendiendo cerveza venezolana.
Los garajes de muchas de las casas del sector están convertidos en áreas para descargar gasolina de contrabando que llega en pequeños vehículos particulares.
Otra zona por donde circulan grandes cantidades de gasolina es por el puesto fronterizo de Puerto Santander (Colombia) y Boca del Grito (Venezuela) a 54 kilómetros de la ciudad de Cúcuta.
En los primeros 10 kilómetros que comunican a Puerto Santander con Cúcuta se comprueba la existencia de bodegas en grandes lotes, incluso algunas de ellas con cisternas propias para guardar en combustible.
En las puertas de las casas y restaurantes que bordean la vía, se pueden observar pimpinas, unas llenas y otras vacías, con letreros que dicen si “hay gasolina”.
Luego todo este combustible almacenado de forma ilegal en las cercanías de las alcabalas, es transportado en otros vehículos a las grandes ciudades, especialmente a los departamentos de norte y centro de Colombia.
Lo curioso de este negocio ilícito es que todo el mundo lo ve, todos saben de el, incluso las propias patrullas de policías y el ejercito Colombiano, pero hay se sigue en la línea de la clandestinidad, la legalidad y la complicidad.
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